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Nuestros mayores cuidan su huerto con mimo

En nuestro centro residencial, el huerto es mucho más que un espacio verde: es un lugar de encuentro, recuerdos y alegría. Cada mañana, nuestros mayores salen al jardín para comprobar cómo crecen las hortalizas y flores que ellos mismos han plantado.

Entre surcos y macetas, comparten anécdotas de sus huertos de antaño. Porque cuidar del huerto no es solo una actividad: es un ejercicio de bienestar físico y emocional. Les mantiene activos, les conecta con la naturaleza y les brinda la satisfacción de ver cómo sus cuidados se transforman en vida.

En cada brote nuevo, hay un pedacito de su esfuerzo y de su amor por las cosas bien hechas. Y nos sentimos afortunados de acompañarles en esta experiencia que cultiva salud, autonomía y, sobre todo, felicidad.

Porque aquí, cada hoja que crece y cada flor que florece, es un homenaje a la paciencia, la sabiduría y la ilusión de nuestros mayores.